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La Congregación al poco tiempo de su fundación empieza a ser conocida y a extenderse fuera de Tortosa. El Ayuntamiento de Castellón solicita la presencia de las Hermanas de la Consolación para que se hagan cargo en la ciudad del Hospital, 1859, y de la Beneficencia. A partir de 1862, con el apoyo del obispo de Tortosa, D. Benito Villamitjana, buen consejero de Mª Rosa Molas y gran protector de la Congregación en sus incios, las Hermanas se establecen en numerosas localidades de la Diócesis de Tortosa: Ulldecona, Mora de Ebro, Burriana, Villarreal, Vinaroz, Castellón, Roquetas y Benicarló.

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