“Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo que recibimos de Dios” (2 Cor 1, 3-4)

El mundo de hoy necesita que sigas, como lo hizo Santa María Rosa Molas, dando vida al Carisma de la Consolación.



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